martes, 8 de agosto de 2017

Peripecias de mamá: Mi experiencia como bimadre

Buscando un tema sobre el que escribir esta semana, me he dado cuenta que El Pequeño tiene ya más de tres meses y aún no he hablado de cómo es mi vida desde que somos cuatro en la familia.

El Pequeño cumple esta semana 16 semanas de vida. A priori esto no sería muy importante si no fuera porque el próximo lunes debería incorporarme a trabajar, y dejar a esta cosita en otras manos.



Afortunadamente, he juntado las horas de lactancia y las vacaciones y no tendré que volver al trabajo hasta octubre. Ahora mismo, El Pequeño ya nos reconoce tanto a mi como a su padre y a su hermano, y nos dedica enormes sonrisas. Acaba de aprender a girarse en la cuna y se despierta llorando aterrorizado pensando cómo ha llegado a esa posición. Nos dice Ajo, y nos incita a llamarle guapo y a cogerle en brazos. Hemos abandonado el cuco, que no le deja ver el panorama, y ya le paseamos en la silla, muy reclinada. 

El Pequeño ha salido muy dormilón, y duerme una media de 8-10 horas todas las noches. Si, esos niños que duermen toda la noche con dos meses existen, y a mi me ha tocado uno de ellos. En septiembre os contaré las ayudas que nos han permitido que esto esté pasando.

Y El Mayor lo está llevando mejor de lo que esperábamos. Le besa apasionadamente, le hace mimos y le dice cosas bonitas. Le cuida, dentro de sus posibilidades, y le quiere un montón. Y ya está deseando que duerma con él en la habitación. Por supuesto, han surgido los celos, pero los está llevando muy bien. Como el pequeño es tan dormilón, podemos seguir dedicándole el mismo tiempo que antes y pasarnos la tarde jugando. Ser hermano mayor le ha hecho más responsable, y él se siente más mayor cuando ve todo lo que sabe hacer y su hermano no puede.


Y para mi está siendo una locura. Los días empiezan muy temprano, o bien con el biberón del Pequeño, o con los pasos del Mayor por el pasillo. Ahí empieza una carrera de hacer y fregar biberones, jugar con uno, jugar con el otro, acoplar horarios para poder bajar al parque, hacer malabares con los baños, y disfrutar de un rato de paz cuando consigo que los dos estén dormidos, sobre las 10 de la noche (o más, dependiendo del día). 

Es agotador pero es muy bonito volver a sacar la ropa pequeñita y acordarte de anécdotas del Mayor, y crear otras nuevas para el Pequeño. Y darte cuenta que puedes querer a dos personitas con locura, y ponerlas por delante de todas tus necesidades. 

Ya veremos cuando el trabajo me obligue a dejarlos por la mañana temprano y volver a verlos justo a la hora de las cenas y los baños. Pero ya cruzaremos ese puente cuando lleguemos al río.


¿Y tú? ¿Eres bimadre? ¿Te has vuelto ya loca? Cuéntamelo en los comentarios

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